miércoles, febrero 21, 2007

Agonía


La mañana que despertó desnudo recordó los terribles dolores que había tenido la noche anterior, aún conservaba el sabor amargo en su boca, y el olor irreconocible que había de seguirlo durante casi todo el día, trató de abrir los ojos pero la pesadez le hacía creer que no había descansado, subió sus brazos y trató de tocar su rostro, pero un dolor a la altura del pecho se lo impidió.

Gritó, su grito se oyó en el apartamento vecino como si acabara de parir un gato, afuera sólo el vaivén de las hojas de los árboles negaban que el tiempo se había detenido, y el latido de su corazón que había muerto, sin embargo el dolor que carcomía su corazón no se detuvo.

Finalmente su espalda no resistió más el colchón, se levanto y se puso las babuchas en forma de pingüino que ella le había regalado, aunque lo único que hacían era recordarle lo infantil que ella era, y la manera en que le había demostrado que los hombres sí podían llorar.

Sin más, se dispuso a hacer lo mismo que hacía cuando aún estaba con ella, fue a trabajar, almorzó, rió con sus amigos, y regresó a casa sintiéndose aún peor, pero satisfecho porque había sobrevivido al primer día, al fin y al cabo ¿alguien se había muerto de amor?.

Esa noche durmió bien, pero a la mañana siguiente se despertó, recordó los terribles dolores que había tenido la noche anterior al oír sus palabras de adiós, aún conservaba el sabor amargo en su boca del último beso, y el olor irreconocible proveniente del perfume que ella usaba a diario que habría de seguirlo, igual que el día anterior.

5 comentarios:

PakikoP dijo...

Que bonita (aunque dolorosa) historia de realidades... de pronto un dia te aviso y me la robo para hacer un cuento...
por alla te esperare de visita, mas a menudo y cada vez menos novicia y mas experta, en los rayones de la cueva

Anónimo dijo...

Dicen que para alcanzar la luz, primero hay que transitar por los caminos de la oscuridad ... todo tunel oscuro tiene un fin.

Saludos :)

OBSERVADOR dijo...

Parece que la única que murió de amor fue La Niña de Guatemala. El resto de los mortales, como el protagonista de tu relato, podemos sobrevivir aun sintiendo que desfallecemos a cada instante. La sensación de abandono no se supera fácilmente, pero el tiempo es el único remedio que cura esta herida así la cicatriz, aunque invisible, nos quede para el resto de nuestros días.

-Silencio- dijo...

Enloquecidos de amor si... muertos no...

Me gustó este relato... mucho!...

La forma en que describes cada acción y cada momento, logra que uno se sumerja en la situación que plasmas....

Un saludo!... :)

Nadia dijo...

Bastante profundo tu relato, lleno de dolor y de desesperacion... espero seguir visitando tu blog.. me ha parecido buenisimo